Víctor Chininin Buele
Durante mi preparación para un sermón reciente, estaba buscando noticias que utilicen la palabra Éxodo en el título. Uno de los primeros resultados fue un artículo del Dallas Morning News en español Al Día. Se titulaba “Un éxodo desgarrador: más personas de Ecuador se sienten obligadas a emigrar a Estados Unidos”. De acuerdo al artículo la Patrulla Fronteriza encontró 17.314 ecuatorianos en el mes de julio en la frontera entre los Estados Unidos y México. Eso sería el equivalente de qué, del número de personas que podrían asistir a unas cien a cuatrocientas iglesias. Y este número solamente incluye a quienes fueron encontrados por la Patrulla Fronteriza. Es mayor.
No escribo para el público en general. Sino específicamente a quienes han sido redimidos por Cristo y han sido adoptados a Su familia. Estoy escribiendo al cristiano que está considerando emigrar. Este es un artículo para la familia ecuatoriana de Cristo. Si aún no conoce a Cristo usted, si por cualquier razón no considera que Cristo es el Señor, anhelo que lo pueda llegar a conocer muy pronto y obviamente puede seguir leyendo. Sería un gran honor para mí que lo hiciera. Pero el objetivo de este artículo es tener una conversación franca acerca de la complejidad de la migración para el cristiano ecuatoriano.
No podremos abarcar todo en este momento, así que esta será la primera entrega de una serie de preguntas respecto al tema.
Ya hemos vivido momentos de crisis. Ya hemos visto las complejidades de la migración. Pero aquí tenemos otra ola de salidas. Mi pregunta general para usted mientras escribo es la siguiente: “¿Le ha llamado Dios a migrar?”
Nada de cuentos, ni mentiras
Recuerdo siempre la propaganda en la radio durante el fútbol. Prometía nada de cuentos ni mentiras al decirnos quién era el que más barato vendía en la ciudad de Loja. La mercadotecnia se especializa en ayudarnos a percibir algo que no es necesario como que fuera una necesidad apremiante. Como algo urgente, crítico. Nos obsesionamos.
Recuerdo estar sentado en el aeropuerto Mariscal Sucre escuchando los cuentos de la gente: que tenían pisos en España, casas en Queens, carros de lujo, viajes por Europa, visitas a Disney World.
Lo que yo no sabía es qué era un piso en Europa o una casa en Queens. Ver un baño compartido por al menos una docena de migrantes en una casa pobre. Ver al migrante sufrir por no tener acceso a una vida en la luz, sin esconderse. Ver al migrante trabajando sin cesar llevado no por un llamado de Dios sino por la codicia. Ver al migrante traicionando a la mujer que dejó. Ver al migrante no poder cumplir sus obligaciones financieras y decepcionar a quienes confiaban en él. Ver al migrante adicto a comida chatarra, a la bebida, a las drogas, a la aprobación de la gente.
Y al pensar acerca del artículo en mi preparación para predicar me puse a pensar acerca de cómo mis propias publicaciones en las redes sociales pueden dar la impresión de que vivo en la Tierra Prometida y crear esta falsa impresión de prosperidad que puede contribuir a corroborar el impulso a migrar. Todo se ve tan bonito.
Algo que siempre comento con mis colegas es que tenemos la tendencia a simplificar la complejidad de la vida cuando ya hemos decidido hacer algo. No escuchamos los consejos. Nos sentimos inmortales. Nos sentimos como que somos la excepción a la regla. Lo malo no nos pasará.
Mi primera pregunta práctica para usted para ayudarle a responder a la pregunta general de que si esto es el llamado de Dios para su vida es esta: ¿está viendo y describiendo correctamente tanto su situación actual como su situación soñada?
Yo hubiera querido saber que a pesar de que iba a vivir en un país con cuidado médico de calidad increíble, que hasta le salvó la vida a mi amada hermana, iba a pasar veinte años de una u otra forma mendigando al sistema médico por rebajas y acuerdos de pago para cancelar deudas exhorbitantes por atención de salud. De una forma u otra, he pasado los últimos veinte años pagando cuentas médicas. Y eso es adicional a los pagos de seguro médico que he realizado mensualmente y que mi compañía paga juntamente conmigo. No tengo recuerdos de mi vida en los Estados Unidos sin deberle algo a algún médico u hospital o proveedor de servicios.
Si le llevo a mi hija a emergencia, deberé mínimo mil dólares y eso con seguro. Mejor ni le cuento a cuánto asciende el costo del nacimiento del lindo bebé de las fotos en el Facebook. Y esto es con seguro, con trabajo legal, siendo ciudadano estadounidense. El inmigrante indocumentado no tiene este lujo. Muchos no reciben cuidado médico por esta razón. Muchos tienen temor a ir al hospital incluso cuando tienen accidentes laborales por temor a la deportación y eso es adicional al costo de salud.
Yo hubiera querido saber que iba a pasar quince años pagando al gobierno y a abogados de pacotilla, aprovechadores de la desgracia ajena, para ayudarme a hacer los trámites de migración. Al final me cansé de regalar plata a gente que no compartía mis intereses y yo mismo me representé legalmente al final. Pero cuando uno está con temor y no quiere que algo salga mal, uno va y cae con gente abusiva. Una vez cuando era estudiante recuerdo haber pedido un préstamo a un amigo para ir a ver a un abogado en North Kansas City. El aprovechador este me cobró para decirme que busque novia. Eso me dijo. Que el único camino legal que tenia para vivir en los Estados Unidos era casarme. Una vez una señora me robó en la avenida Amazonas a pesar de mi aplicación de las reglas de Mamita y del Mayor Murgueytio para protegerme de dichos atracos. Este robo de este abogado se sintió peor. Y yo he pasado de lujo con los abogados. Las historias de terror de otros inmigrantes llenarían este artículo. Gracias a Dios, no fue siguiendo el gran consejo legal de este ladrón que pude obtener mi ciudadanía sino con quince años de esfuerzo y trabajo.
Yo hubiera querido saber que iba a pasar mucho tiempo sin poder explicar a mi familia por qué no progresaba económicamente. Hubiera querido saber que ser hombre menor de 25 años iba a tener que trabajar muy duro simplemente para pagar el seguro del vehículo para poder manejarlo en una ciudad que no fue diseñada para peatones y en la cual es imposible movilizarse sin carro. Yo tenía un trabajo solamente para pagar el seguro del carro. Muchos inmigrantes no pagan este seguro y ponen a la colectividad y a sí mismos en graves peligros. Hubiera querido saber que iba a tener que entregar los primeros dólares que pude ahorrar cuando compré mi chatarrita linda que solamente pude pagar porque me lo vendió una prima. Y después no tenía ni para la matrícula.
Hubiera querido saber que el sistema educativo no es tan maravilloso como lo vendemos al mundo. Hubiera querido saber que con lo que aprendí en el Colegio Militar me iba a poder casi hasta graduar de ingeniero con mínimo esfuerzo. Hubiera querido saber que la idea de anhelar estudiar acá especialmente en el nivel básico y secundario no es el sueño de todo padre tiene para sus hijos. Simplemente no es bueno, por ponerlo de forma simple. Un artículo entero no sería suficiente para explicar las razones. Si el cuento es aprender inglés, hay otras maneras de hacerlo que usar las escuelas públicas de los Estados Unidos. Y gracias a la globalización de las redes sociales, los mismos problemas de acá se exportan para allá y viceversa. No es que mágicamente las escuelas se vuelven maravillosas al cruzar el río. Y no nos olvidemos de la tristeza de los tiroteos que han ocurrido y siguen ocurriendo.
Y recuerde que estas son experiencias de alguien que entró por la vía legal y nunca sufrió los engaños de coyotes y aprovechadores, que nunca sufrió el dolor de vivir en la oscuridad.
¿Le ha llamado Dios a migrar?
Pues, mi llamado a usted en este artículo es a preguntarse con toda la sobriedad del caso cuál mismo es su situación actual. Y vea que yo mismo debo hacerme la misma pregunta.
El grupo musical Jah Love escribió una canción que empieza con estas palabras: “Quiero cumplir Tus sueños, los que un día Tú creaste para mí”. A mis hijas les encanta esa cancioncita, estilo reggae. A mí me gusta que ellos toman el lenguaje que todos hablamos de los sueños porque siempre estamos pensando en los sueños. Y lo lleva a su lugar correcto para el cristiano.
“Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.”
Efesios 2:10 NBLA
Debemos preguntar en nuestras oraciones, cuáles son las buenas obras (los sueños de Jah Love) que Dios ha preparado para nosotros de antemano. Cuáles son Sus sueños para nosotros.
Porque si estamos respondiendo a problemas y buscando oportunidades apartados de la voluntad de Dios para nuestras vidas, lamento informarnos que los problemas nos esperan de todas formas. Y son problemas graves y serios. No subestime el calor de un abrazo de su madre o el sabor de un tamalito.
Obviamente, la necesidad acá es grande, faltan muchos obreros para la obra del Reino. La iglesia es pequeña en comparación a la multitud de latinoamericanos que vivimos en los Estados Unidos. Puede ser que Dios le esté llamando a ser misionero acá, a buscar su sustento mientras obra para ministrar a quienes han venido a este país y aún no reconocen que su necesidad más grande es Cristo.
Pero le recuerdo que la santidad es un requisito indispensable del llamado al ministerio. No podemos predicar el evangelio si nuestra vida es una mentira, si estamos más enamorados de los sueños y del dinero que de Dios, y si andamos divagando sin rumbo certero en las buenas obras que Dios ha preparado para nosotros.
La migración es un tema muy complejo y no quiero parecer indiferente a sus necesidades, que son reales y duras. Seguiremos en el diálogo, Dios mediante, mientras buscamos juntos el camino a la Nueva Jerusalén. Y no olvidemos que la pregunta de la migración necesariamente nos lleva a reflexionar en por qué anhelamos migrar:
“Pero en realidad, anhelan una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo cual, Dios no se avergüenza de ser llamado Dios de ellos, pues les ha preparado una ciudad.”
Hebreos 11:16 NBLA