¿Y ahora quién podrá defendernos?

Victor Chininin Buele

Lo que hace al Chapulín Colorado el héroe favorito de mi infancia y la razón por la que no hay nadie en el mundo de Marvel como él es que aunque tembleque y miedoso e inútil y sencillo, él siempre respondía al llamado del deber. Muchos han dicho que la valentía no es la ausencia del temor sino que es hacer lo que se debe hacer a pesar de andar muerto de miedo.

Llegó el día. Yaku dirá por el resto de su vida que fue víctima de un fraude electoral de proporciones monumentales. Supongo que el Mashi pudiera decir algo así también. Y me imagino que el vencedor de la contienda ya no seguirá haciendo videos de TikTok porque ya obtuvo sus votos.

Usted pudo haber tenido razones excelentes para votar por Arauz, por Lasso, por el voto nulo, por el voto en blanco. Usted pudo haber tenido razones horribles para tomar cualquiera de esas decisiones.

Y usted puede pasarse los próximos años peleándose con los demás por gente que ni lo conoce a usted y a quienes las preocupaciones y dificultades de su vida en realidad no les quitan el sueño.

Pero la pregunta es necesaria. Y como el Chapulín es un personaje ficticio de nuestras infancias, la pregunta es apremiante: ¿Quién podrá defendernos?

La tristeza del sainete político que nos dio estas opciones no debe ser ignorado por nosotros. Estos falsos mesías que vienen cada cierto tiempo a prometernos la luna, las estrellas y paz en la tierra deben ser desenmascarados y mostrados por lo que son en verdad: seres humanos finitos y altamente incapaces de producir el cambio que todo ecuatoriano anhela.

Somos alcahuetes de alianzas fingidas, de matrimonios políticos por compromiso que tienen los documentos de divorcio listitos incluso antes de que podamos acabar de celebrar el supuesto triunfo.

Nos engañan porque nos dejamos engañar. Ni el hijo del mesías Correa ni el banquero del Guayas tienen la solución. Somos un país complejo y lleno de paradojas. Somos un país conflictivo y con problemas profundos.

En una canción reciente, el artista dominicano Redimi2 escribió lo siguiendo desde el punto de vista de uno de los ladrones que estaban siendo crucificados con el Mesías verdadero, obviamente modernizado y con sabor a música urbana:

Ah, ahí estás tú, el que decías
Ser el enviado, el supuesto Mesías
El que iba a destruir el templo
Y a reconstruirlo en tres días

Fantasías y sensacionalismo
Tus seguidores llenos de fanatismo
Si en verdad eres quien dices ser
Sálvanos y sálvate a ti mismo

Si resucitaste muertos con tu palabra
Si en verdad sanaste tanta gente
Cómo es posible que no puedas liberarte
Si aquí estamos conscientes de que eres inocente

Aunque pensándolo bien, eres culpable
Tu poder se hizo dudable
Demuéstrame que me equivoco
O sálvanos, que esta agonía es insoportable

Willy González, Redimi2, https://youtu.be/oLlB2jvjZHY

Ese es nuestro predicamento. La agonía es insoportable y algunos nos chuman un ratito y nos ayudan a convencernos de que todo va a estar bien y que el Reino del Cielo ya está en Ecuador. Pero tarde o temprano llega el chuchaqui y nos quejamos del dolor de despertarnos a la realidad. ¿Buscará el banquero los intereses del pueblo? ¿Cuáles intereses? ¿Avanzará causas y movimientos que se oponen a Dios o aquellos que buscan darle gloria o ninguno de los dos?

No lo sé. No confío en él. No confiaba en Arauz tampoco. Ni en Hervas. Ni en los sueños quijóticos de Alvarito. Lo que sí sé es lo que debo de hacer por Guillermo Lasso:

Exhorto, pues, ante todo que se hagan plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad.

1 Timoteo 2:1-4 (NBLA)

Entonces debo orar y orar mucho.

En esperanza de que el evangelio penetre hasta lo más profundo de la nación: los corazones abatidos y endurecidos de una nación desilusionada. Porque cuando dejemos de seguir a estos falsos mesías y los corazones sean regenerados podremos tener esperanza duradera y podremos poner los graves problemas de la nación en su correcta perspectiva y trabajar sin cansancio esperando la redención de las consecuencias de los tristes pecados que nos han acechado.

Que Dios bendiga al Ecuador y a su nuevo presidente. Y que busquemos avanzar de alguna manera. Pero más que nada quiero cerrar con la Palabra de Dios por medio de Pablo:

“Y a Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.”

Efesios‬ ‭3:20-21‬ ‭(NBLA‬‬)

Libertad al Cautivo

Victor Chininin Buele

Un texto relacionado a la crucifixión de Cristo que quizá le sorprenda es el Salmo 69. David está cantando acerca de consecuencias muy serias que él está enfrentando por la causa de Dios. Él ha recibido insultos, deshonra, humillación, ha sido hecho un extraño, un extranjero a su propia familia, el blanco de insultos, ofensas, burlas y hasta de las canciones de los borrachos. Todo por Su causa – por la causa de Dios. Con el corazón destrozado se siente vacío y solo con esa soledad que duele hasta los huesos. Y lo peor es que no hay nadie, nadie, nadie que lo ayude, que le tenga compasión, que le dé consuelo.

I. RECONOCIMIENTO DE LA NECESIDAD DE LA SALVACIÓN (1-4, 7-12, 19-21)

1 Sálvame, Dios mío,
    que las aguas ya me llegan al cuello.
Me estoy hundiendo en una ciénaga profunda, (en el fango, en el barro)
    y no tengo dónde apoyar el pie.
Estoy en medio de profundas aguas,
    y me arrastra la corriente. (Es una inundación)
Cansado estoy de pedir ayuda;
    tengo reseca la garganta.
Mis ojos languidecen,
    esperando la ayuda de mi Dios.
Más que los cabellos de mi cabeza
    son los que me odian sin motivo;
muchos son los enemigos gratuitos
    que se han propuesto destruirme.
    ¿Cómo voy a devolver lo que no he robado?

Es aquel momento en el que usted sabe en lo más profundo de su ser que no hay otro camino, que no hay otra manera de salir de esta. Que lo único que nos puede salvar es la intervención divina de Dios para rescatarnos. Jesús conoce esta situación muy bien. Jesús conoce esta prisión muy bien. Jesús conoce ese momento en el que el cansancio, los insultos, la vergüenza, la tentación, nos hacen sentir que las circunstancias son imposibles, que no podemos cambiar, que Dios nos ha abandonado.

Este es el momento en el que necesitamos que Dios nos recuerde que aunque estemos en el lodo más profundo, en aguas que nos llegan al cuello y más allá, donde no podemos asentar el pie, donde las aguas de la inundación nos arrastran por doquier, cuando estamos con ojos hinchados de tanto llorar, sin voz para poder hablar, cansados y listos para desmayarnos, com enemigos gratuitos listos para hacernos daño, en ese momento necesitamos que el Señor nos recuerde con Su magnífica gracia que está más cerca de lo que parece en nuestra versión distorsionada de la realidad, que abra nuestros ojos hinchados para ver Su Belleza. Dios está aquí. Y nos da el Espíritu.

Imaginémonos el versículo 33 como que fuera el coro de esta canción por un momento:

Porque el Señor oye a los necesitados, y no desdeña a su pueblo cautivo.

David canta esto al Señor no sólo porque él comprende su debilidad pero porque él sabe que el Señor escucha a los necesitados y no desdeña, no menosprecia, a su pueblo cautivo.

Dios escucha.  Dios salva.  Dios está aquí.

II. RECONOCIMIENTO SOBRIO DE LA REALIDAD (5-6)

David nos muestra en este salmo un reconocimiento muy sobrio de la realidad.  David sabe quién es y quién es Dios.

Oh Dios, tú sabes lo insensato que he sido;
    no te puedo esconder mis transgresiones.

Dios sabe todo.  Él es el único santo juez.  No podemos esconder nada de Él.  Él ve lo que nosotros no podemos ver.  Él es Dios.

Y David no lo es.

Él tiene un reconocimiento sobrio de su insensatez, de su necedad.  Sin Dios, sin Cristo, somos insensatos, somos necios, ya que es el necio, el insensato quien dice que no hay Dios (Salmo 14:1).  Y aun ahora, tenemos de vez en cuando tentación no necesariamente de decir que Dios no existe, sino de vivir, de actuar como que Él no existiera.  A veces estamos ciegos y no podemos ver nuestra propia insensatez.

David tiene un reconocimiento sobrio de quién es y de quién es Dios. Dios es sabio. Por sí mismo, David no lo es. Dios es justo, David no lo es. Dios es luz y nosotros sabemos que David ha tratado de esconderse de la luz.

Señor Soberano, Todopoderoso,
    que no sean avergonzados por mi culpa
    los que en ti esperan;
oh Dios de Israel,
    que no sean humillados por mi culpa
    los que te buscan.

David está pensando en los demás.  Él está en medio del pueblo de Dios. Están cantando juntos.  Imaginémonos a este hombre cautivo cantando estos versos sobrios en la presencia de sus hermanos, cantando juntos a Dios.  Él le pide sobriamente al Señor que salva que no permita que otros, que sus hermanos, sean avergonzados, sean humillados por su culpa.

Obtenemos un mayor grado de claridad acerca de nuestra unión con Cristo en la oscuridad del cautiverio: La misericordia de Dios se vuelve más dulce, Su gracia sin límites, el sacrificio de Cristo más tangible, nuestra debilidad y nuestra inhabilidad de salvarnos se vuelve algo que podemos empezar a comprender. Es la debilidad que produce este tipo de sobriedad.

III. RECONOCIMIENTO DE MI INCAPACIDAD DE SALVARME (13-18)

David ora:

13 Pero yo, Señor, te imploro
en el tiempo de tu buena voluntad.

Al reconocer sobriamente su situación y al reconocer sobriamente quién es Dios, ¿qué hace David? Él ora al Dios soberano. La certeza que tiene que Dios escucha a los necesitados le permite a David orar al Señor y esperar el tiempo de la buena voluntad de Dios.

Por tu gran amor, oh Dios, respóndeme;
    por tu fidelidad, sálvame.

David reconoce sobriamente la generosidad y el amor de Dios y esto resulta en confianza en la oración. Yo sé que no me puedo salvar, sálvame Señor. Eres fiel hasta cuando no lo soy. Sálvame, Dios, porque eres bueno y más grande que lo que mis circunstancias han distorsionado. Sálvame, Señor

14 Sácame del fango;
no permitas que me hunda.
Líbrame de los que me odian,
y de las aguas profundas.
15 No dejes que me arrastre la corriente;
no permitas que me trague el abismo,
ni que el foso cierre sus fauces sobre mí.

Anteriormente David estaba narrando sus circunstancias. Ahora lo vuelve oración. Él no se queda estancado en una simple descripción de lo mal que le está yendo. Y es obvio que la cosa está fea, bien, bien fea. Él no se queda atrapado en la prisión – Él ora. Sácame, líbrame, no me dejes… Él sabe que Dios puede actuar decisivamente y cambiar con Su poder. Por tanto Él ora: “Líbrame!”

16 Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor;
por tu gran compasión, vuélvete a mí.
17 No escondas tu rostro de este siervo tuyo;
respóndeme pronto, que estoy angustiado.

En este lamento, David pide a Dios que le dé más de Dios, de su presencia, para la corrección de la distorsión, de la mentira que Dios no es bueno, que no podemos confiar en Él y que Él no desea darnos lo mejor por su gracia. Dios, quiero saber que estás cerca. Quiero saber que estás aquí.

18 Ven a mi lado, y rescátame;
    redímeme, por causa de mis enemigos.

IV. RECONOCIMIENTO DE LA TRAMPA DEL PECADO (22-28)

Ahora la cosa se pone peor.

22 Que se conviertan en trampa sus banquetes,
    y su prosperidad en lazo.
23 Que se les nublen los ojos, para que no vean;
    y que sus fuerzas flaqueen para siempre.
24 Descarga tu furia sobre ellos;
    que tu ardiente ira los alcance.
25 Quédense desiertos sus campamentos,
    y deshabitadas sus tiendas de campaña.
26 Pues al que has afligido lo persiguen,
    y se burlan del dolor del que has herido.
27 Añade a sus pecados más pecados;
    no los hagas partícipes de tu salvación.
28 Que sean borrados del libro de la vida;
    que no queden inscritos con los justos.

Y ahora, ¿eso con qué se come? ¿qué hago con estos versículos?

Tenemos otra oración en esta canción, en este salmo.  Pero esta oración es muy oscura.  ¿Está el prisionero pidiendo a Dios que ponga en prisión a su perseguidor?

Sí.

Está orando para que sus banquetes y su prosperidad se vuelvan una prisión, una trampa para ellos mismos.
Está orando para que sus ojos sean enceguecidos, que tiemblen, para que la ira de Dios y su indignación caigan sobre ellos.  Ora para que haya desolación en sus vidas.  Ellos fueron los perseguidores de David, los que le trajeron dolor.  Él está orando que Dios no los salve, que los separe de los justos.

¿No huele esto a lo peor de la venganza?
¿No es esto completamente opuesto al evangelio?

Es una maldición. Esto es una maldición.

Cuando encontramos secciones de los salmos como esta, cuando encontramos oraciones como esta, a veces tenemos la tentación de buscar maneras de bajar el tono del texto, de inventarnos explicaciones que nos parezcan razonables. Tenemos una fascinación que nos lleva a saltarnos secciones de la Biblia como esta, secciones que no encajan fácilmente con lo que queremos que diga la Biblia.

Pero, recordemos que el prisionero, que el cautivo, está sufriendo dolor real, soledad verdadera, separación muy dura.  Él sabe que no tiene nada, que no tiene a nadie excepto a Dios y que solamente Dios puede salvarlo de estas circunstancias que parecen imposibles de resolver.

Los horrores que son perpetrados en contra del salmista gritan, claman por justicia.  Pero la venganza no es mía, no es del salmista, es del Señor. Él pagará (Heb 10:30).  Pero, ¿no somos llamados a amar al prójimo? ¿Cómo puedo orar esto por otra persona?

Tenemos que comprender que la vida es binaria – que sólo existen dos caminos: o somos salvos por Cristo o estamos perdidos por toda la eternidad. No hay más. Necesitamos a Cristo.

Cuando el salmista ora estas palabras, y mucho más aún, cuando Jesús oró estas palabras, y el Padre escucha esa oración, ¿qué significa eso? ¿cuál es el resultado de estas oraciones?

El pecado es horrible. Por eso es que esto suena horrible. La maldición es terrible. Y real. Por eso suena feo.

Y las buenas noticias del evangelio es que este pecado horrible, feo y terrible, puede ser clavado a la cruz ya que Jesús se volvió esta maldición para que tengamos vida y vida en abundancia, vida eterna. Cuando oramos esto estamos pidiendo a Dios que tome el pecado seriamente, como nuestro Santo Juez e intervenga. Y como solamente hay dos posibilidades, este pecado en todo su horror y maldición, (1) será clavado a la cruz de Jesús, una vez para siempre, o (2) continuará llevando a la persona por un camino doloroso y tormentoso hacia la condenación eterna del infierno.

¿Quiere ser prisionero por la eternidad? ¿Ver su vida convertirse en esta maldición? ¿Ver que la trampa se vuelve una horrible realidad? O ¿quiere tener vida eterna con Cristo? ¿Ver su vida ser redimida y cambiada? ¿Ver victoria sobre la trampa?

Los cristianos fuimos liberados de la prisión y podemos ver con sobriedad quién es el Dios que nos salvó y podemos orar por quienes aún son cautivos al pecado.

O puede que usted aún se encuentre en la prisiٴón en este momento.  La invitación es extendida a usted en este salmo para que confiese su pecado y lo clave en la cruz gracias a la obra de redención del Señor Jesús y que pueda recibir vida eterna.  Porque Él es el Señor que oye al necesitado y no desdeña a los cautivos. Dios puede salvarlo y lo salvará.  El no encuentra placer en la perdición de los cautivos, pero envió a su Hijo Jesús para que muera por los cautivos para que encuentren libertad y reconciliación.  Él hace que los rebeldes sean adoptados como Hijos de Dios.

El pecado es una trampa – debemos reconocerlo – y escuchar el llamado.  Si estamos pecando, debemos arrepentirnos y confiar en Cristo.

V. RECONOCIMIENTO DE LA PROTECCIÓN DE LA SALVACIÓN (29-36)

29 Y a mí, que estoy pobre y adolorido,
    que me proteja, oh Dios, tu salvación.
30 Con cánticos alabaré el nombre de Dios;
    con acción de gracias lo exaltaré.
31 Esa ofrenda agradará más al Señor
    que la de un toro o un novillo
    con sus cuernos y pezuñas.
32 Los pobres verán esto y se alegrarán;
    ¡reanímense ustedes, los que buscan a Dios!
33 Porque el Señor oye a los necesitados,
    y no desdeña a su pueblo cautivo.

34 Que lo alaben los cielos y la tierra,
    los mares y todo lo que se mueve en ellos,
35 porque Dios salvará a Sión
    y reconstruirá las ciudades de Judá.
Allí se establecerá el pueblo
    y tomará posesión de la tierra.
36 La heredarán los hijos de sus siervos;
    la habitarán los que aman al Señor.

El que fue cautivo recibe la tierra.

El cautivo, afligido y adolorido, pide a Dios que lo salve, que la salvación de Dios lo proteja.

Y la gratitud será el grito de su corazón, un sacrificio aceptable.

Dios nos conoce – conoce nuestra debilidad y nos da aliento en este salmo – los pobres verán esto y se alegrarán.

Él avivará, reanimará los corazones de los que lo buscan. Él ha dado al creyente un nuevo corazón.  Si no conoce al Señor todavía, Él le puede dar la protección de la salvación—un nuevo corazón.  Él dará libertad de la prisión en la que se encuentra y lo protegerá.  No es una falsa promesa de prosperidad inmediata, de salud y riquezas si cree en Jesús.  Es la buena voluntad del padre darles, darnos el Reino (Lucas 12:32).

Entonces terminamos con la seguridad de la presencia de Dios –Los que aman al Señor vivirán con Él por la eternidad. Eso es lo que se ganó en la cruz y la resurrección de Jesús – libertad en la presencia de Dios por la eternidad. Libres del cautiverio. Libres de las cadenas. Alejados del pecado por la eternidad. Libres incluso hoy. Libres para ser cambiados día a día más y más a semejanza de Jesús.

CONCLUSIÓN

Somos un pueblo miedoso, un pueblo temeroso, un pueblo necesitado. Le tenemos miedo al futuro, a las dificultades, al prójimo, al éxito, al presente, al pasado, a la felicidad, a la enfermedad, a la salud. Parte de ello es por qué hay tantos santos en la iglesia popular de nuestro medio—un santo para cada temor. Parte de ello es por qué muchos buscan refugio constante en el alcohol, las drogas, las compras, el trabajo, los viajes, muchas cosas.

Le pregunto a usted, ¿quiere ser libre? Verdaderamente libre?

¿O quiere seguir siendo esclavo de su terno, de su cartera, de su billetera, de su prestigio, de lo que piensan los demás, de su salud, de su enfermedad, de los que hablan mal de usted, de los que quisiera que hablaran bien de usted, de los que la ignoran, de los que lo maltratan, de su trabajo, de tantas cosas que podemos convertir en ídolos?

  1. Debemos orar. Porque a rienda suelta, nosotros nunca, nunca, nunca desearemos la libertad verdadera. Seguiremos esclavizados al pecado y al temor, ansiedad, y horribles consecuencias que acarrea.
  2. Debemos invitar a otros a ayudarnos a salir de la prisión. A veces pasamos dándole una manito de pintura al calabozo, comprando un arreglito para poner en la mesa, planchando el uniforme de la cárcel. Miremos a nuestro alrededor—tenemos hermanos y hermanas que nos pueden ayudar a salir del calabozo, que nos pueden ayudar a recordarnos el evangelio, que nos pueden ayudar a proclamar la libertad.
  3. Debemos ir a buscar a los cautivos para liberarlos. Tanto que nos han enseñado de los héroes del pasado – de Bolívar, de Sucre, de los héroes que derramaron su sangre por liberarnos en los tiempos coloniales. Juan León Mera estaba tan pero tan preocupado que seamos olvidadizos y que regresemos al yugo que escribió unas estrofas fuertísimas en nuestro himno. Por ejemplo,

“Y si nuevas cadenas prepara
la injusticia de bárbara suerte,
gran Pichincha! prevén tú la muerte
de la Patria y sus hijos al fin;
Hunde al punto en tus hondas entrañas
cuanto existe en tu tierra el tirano
huelle solo cenizas y en vano
busque rastro de ser junto a ti.”

Si nuestra independencia nacional genera semejante emoción, qué más deberemos decir de nuestra libertad en Cristo – ganada por Cristo – una vez para siempre?
“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmesy no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud” (Gál 5:1).

Cuando Jesús fue a aquella sinagoga en Nazaret, le dieron el libro del profeta Isaías.  Él leyó:

Lucas 4:18 «El Espíritu del Señor está sobre mí,
    por cuanto me ha ungido
    para anunciar buenas nuevas a los pobres.
Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos
    y dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos,
19     a pregonar el año del favor del Señor».[e]

20 Luego enrolló el libro, se lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga lo miraban detenidamente, 21 y él comenzó a hablarles: «Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes».

Seamos verdaderamente libres. Hay manera de ser libres. De ser verdaderamente felices. Jesús.

(Adaptado del manuscrito de la predicación del domingo 8 de abril de 2018 en la iglesia cristiana Semilla de Mostaza de la ciudad de Loja)

When the Sleep of Jonah Is Not Passive but Abusive (Part 2)

Victor Chininin Buele

We are in the middle of a series of reflections about a certain counterfeit of Reformed preaching, of expository preaching, that causes great harm to the flock of Christ. So far, I have alluded to the Church of Christ as being sound asleep in the safest part of a ship that is in the sea in the middle of a storm of mythical proportions. Abuse is a storm that destroys sheep, precious sheep made in the image of God, and tosses them to the depths of the sea. Part of the argument is that for Jonah to be sound asleep like that, his conscience had to be hardened to such an extent that the eternal destiny of the people of Nineveh became something so repugnant to him that he would purposefully purchase a ticket to the end of the known world to avoid the call to preach to them because maybe, just maybe God could grant them mercy and repentance (and that is precisely just what God did).

In the previous article, the first mark of this counterfeit was explored: Preaching that breeds doubt in yourself and in everyone else but complete confidence in the mediator preaching.

The task today is to explore the second mark.

Counterfeit Preaching Teaches that Silence Is Grace and that Grace Is Silence

This one is pervasive. And it thrives in the uneasiness we feel at our desire to avoid sin and be respectable, God-honoring people who love our neighbor as ourselves. Let me dissect it.

This feels honorable. And we have plenty of words from the Bible to back up our action and inaction.

The book of Proverbs is a great source of wisdom, but if it’s twisted, it can be a great weapon for silencing. There are gems in God’s Word such as these: “Whoever goes about slandering reveals secrets, but he who is trustworthy in spirit keeps a thing covered” (Prov. 11:13), ” Whoever goes about slandering reveals secrets; therefore do not associate with a simple babbler” (Prov. 20:19), or “Argue your case with your neighbor himself, and do not reveal another’s secret” (Prov. 25:9). I don’t use the word gems sarcastically. This is wisdom–God’s wisdom. No if’s, but’s, or objections.

We saw in the last installment how the teaching that the heart is deceitful can be taken past its limits in saying and believing that all that comes from the heart of the person must be suspect, completely neglecting the work of the Holy Spirit in the believer. This second mark builds on top of that. That is, when the person is rightly questioning or asking what his instinct is, it goes and adds secrecy to it. And because the words used to silence come from the Bible, straight from the Bible, they have great power.

This hermeneutic will say, “What is slander? God’s Word defines slander as the revealing of secrets. The Christian, God’s Word says, will keep a thing covered.” “What do we do with the slanderer? We must not associate with them. They’ll just publish anything you tell them, that’s what God’s Word says.” “You must argue your case with your neighbor himself, and not reveal another’s secret. Don’t talk to others. God’s Word says that. They are speaking evil.”

And here is the thing.

The Word does say that.

And it doesn’t.

A key factor is the nature of the secret we are being asked to keep. The other key factor is whose authority is it to deal with the situation, if appropriate.

The Lord Jesus asked people to keep secrets. Just one example. “And their eyes were opened. And Jesus sternly warned them, ‘See that no one knows about it.’ But they went away and spread his fame through all that district” (Matthew 9:30–31 ESV). Did Jesus commit some impropriety that he was coercing people to be silent about? No. Was he protecting the appearance of godliness in front of a people? No.

It was not yet time for these miracles to be proclaimed from the rooftops.

And the people couldn’t be quiet anyway. Redeemed people don’t keep their sin quiet. Forgiven people tell you all about it because it magnifies their Savior. Freedom cries out from the rooftops. It gets rid of any obstacles that keep them from climbing up there to shout about the grace of Christ in redeeming them and freeing them from their slavery to sin.

This is very important. Jesus never took advantage of Proverbs to silence opposition or to silence those who were asking questions or to dismiss correction and the call to repentance (he never sinned).

And we now live on the other side of the Great Commission. So, we don’t have a reason to keep quiet about the fact that Jesus is the Christ. In fact, it is our full time responsibility to tell every creature that Christ is Lord and to disciple them by teaching them to obey all that Jesus taught.

There are matters of confidence and discretion, and we would agree with the writer of Proverbs, that one must be able to keep a confidence and honor the person who trusted us for advice or counseling. This is part of living in community. In this way, we are guardians of stories. There are things that we will hear that we will be wise to keep in confidence. Two friends tells you they have cancer, and they haven’t shared with anyone yet. They truly need prayer. Pray. People will be making decisions that are not public yet. Yet, these are not sins we are asked to keep but confidences.

The problem comes when we equate a confidence with covering up unrepentant sin. Usually, forgiven sin is not something that goes in a vault. It comes up–as an example, as a testimony, as a praise, as a warning, as a challenge, as an admonishment. And not all stories can be kept secret. When we are told we are guardians of stories or of reputations in order to keep things quiet that shouldn’t be secret, beware of manipulation at work. There are matters that concern law enforcement. There are matters that concern the local church. There are matters that concern spouses that have been sinned against. There are matters that concern elderships. There are matters that concern the general public. There are matters that concern parents.

John Stott wrote a wonderful book Confess Your Sins that wrestles in part with the nuances of public confession. I would commend that to you for your edification. In the case of matters that reach advanced levels of church discipline, he wrote, “It is the local church which has been sinned against; it is the local church to which public confession must be made; and it is the local church which must take responsibility to administer discipline and to use its God-given authority to bind and to loose.” The abuse stories we see coming to light publicly these days show ecclesiastical systems where the local church was not involved in these matters. As a matter of fact, a mark of honor, or of fear, was to not involve them, to handle things in committees, or elderships, or in secret. Once, a saint who heard of a matter of abuse simply asked another saint, “But, did you talk to the regional director of the denomination?” And she walked away in peace. Stott’s point is essential and scriptural: this saint was sinned against as a part of the local church, but she believed this lie that her silence is grace. Reconciliation can’t really occur unless we are honest about the extent of our sins and repent of them fully. There was teaching she believes that led to this response.

The height of manipulation in this preaching is that grace is equated with silence. One day, I was in a Bible study. The teacher announced his text and started reading it. Every single attendee opened to said text and heard the dissonance between the words our eyes were seeing and the words the teacher was reading. It didn’t match up.

Yet no one said anything.

We all assumed it was grace to assume we were all wrong and not the teacher! There was absolutely no reason to be quiet about this. Somebody could have asked, “What are you reading?” Somebody could have said, “You are reading the wrong text.” Somebody could have even made a joke out of it. But, this is in the air we breath. We assume that it is us. It is our fault. That it is somehow better to be the one wrong; after all, we can recite 1 Corinthians 13. That is how abuse thrives. We think we give grace to the abuser, but we cover the abuse.

We think we give the benefit of the doubt. But we forget there is no such thing as neutrality. To be pro-something is to be against something else. Relativism breaks. And we all know it. We try to see things in the best possible light. Until we no longer can do so with a clean conscience. And then, the speech gets labeled as gossip and slander. Not because it is false but because it is uttered. Are we surprised that so many end up sharing with the mainstream media or with social media when we, the saints, those sinned against, those with a responsibility to disciple, love, and care for the sheep, chose to be silent and, more than that, went on to believe false narratives that painted the one coming forward in the worst possible light as we accused them of painting the accused in the worst possible light? I am convinced that people go public when there is no more recourse.

Do not read this wrong: it may be grace to be silent. Deuteronomy 17/Mathew 18 call us to make a diligent inquiry, to not admit charges without reliable witnesses. But once things are clear, and the right jurisdiction is identified (whether it’s a person who’s been sinned against, or abused, or a spouse that has been lied to, or the other elders, or the body of the church, or law enforcement), we can’t use grace as an excuse for inaction.

Jesus had a lot to say. And here is the thing with secrets: they are the canary in the mine. They speak volumes about the heart.