Victor Chininin Buele
Un texto relacionado a la crucifixión de Cristo que quizá le sorprenda es el Salmo 69. David está cantando acerca de consecuencias muy serias que él está enfrentando por la causa de Dios. Él ha recibido insultos, deshonra, humillación, ha sido hecho un extraño, un extranjero a su propia familia, el blanco de insultos, ofensas, burlas y hasta de las canciones de los borrachos. Todo por Su causa – por la causa de Dios. Con el corazón destrozado se siente vacío y solo con esa soledad que duele hasta los huesos. Y lo peor es que no hay nadie, nadie, nadie que lo ayude, que le tenga compasión, que le dé consuelo.
I. RECONOCIMIENTO DE LA NECESIDAD DE LA SALVACIÓN (1-4, 7-12, 19-21)
1 Sálvame, Dios mío,
que las aguas ya me llegan al cuello.
2 Me estoy hundiendo en una ciénaga profunda, (en el fango, en el barro)
y no tengo dónde apoyar el pie.
Estoy en medio de profundas aguas,
y me arrastra la corriente. (Es una inundación)
3 Cansado estoy de pedir ayuda;
tengo reseca la garganta.
Mis ojos languidecen,
esperando la ayuda de mi Dios.
4 Más que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin motivo;
muchos son los enemigos gratuitos
que se han propuesto destruirme.
¿Cómo voy a devolver lo que no he robado?
Es aquel momento en el que usted sabe en lo más profundo de su ser que no hay otro camino, que no hay otra manera de salir de esta. Que lo único que nos puede salvar es la intervención divina de Dios para rescatarnos. Jesús conoce esta situación muy bien. Jesús conoce esta prisión muy bien. Jesús conoce ese momento en el que el cansancio, los insultos, la vergüenza, la tentación, nos hacen sentir que las circunstancias son imposibles, que no podemos cambiar, que Dios nos ha abandonado.
Este es el momento en el que necesitamos que Dios nos recuerde que aunque estemos en el lodo más profundo, en aguas que nos llegan al cuello y más allá, donde no podemos asentar el pie, donde las aguas de la inundación nos arrastran por doquier, cuando estamos con ojos hinchados de tanto llorar, sin voz para poder hablar, cansados y listos para desmayarnos, com enemigos gratuitos listos para hacernos daño, en ese momento necesitamos que el Señor nos recuerde con Su magnífica gracia que está más cerca de lo que parece en nuestra versión distorsionada de la realidad, que abra nuestros ojos hinchados para ver Su Belleza. Dios está aquí. Y nos da el Espíritu.
Imaginémonos el versículo 33 como que fuera el coro de esta canción por un momento:
Porque el Señor oye a los necesitados, y no desdeña a su pueblo cautivo.
David canta esto al Señor no sólo porque él comprende su debilidad pero porque él sabe que el Señor escucha a los necesitados y no desdeña, no menosprecia, a su pueblo cautivo.
Dios escucha. Dios salva. Dios está aquí.
II. RECONOCIMIENTO SOBRIO DE LA REALIDAD (5-6)
David nos muestra en este salmo un reconocimiento muy sobrio de la realidad. David sabe quién es y quién es Dios.
5 Oh Dios, tú sabes lo insensato que he sido;
no te puedo esconder mis transgresiones.
Dios sabe todo. Él es el único santo juez. No podemos esconder nada de Él. Él ve lo que nosotros no podemos ver. Él es Dios.
Y David no lo es.
Él tiene un reconocimiento sobrio de su insensatez, de su necedad. Sin Dios, sin Cristo, somos insensatos, somos necios, ya que es el necio, el insensato quien dice que no hay Dios (Salmo 14:1). Y aun ahora, tenemos de vez en cuando tentación no necesariamente de decir que Dios no existe, sino de vivir, de actuar como que Él no existiera. A veces estamos ciegos y no podemos ver nuestra propia insensatez.
David tiene un reconocimiento sobrio de quién es y de quién es Dios. Dios es sabio. Por sí mismo, David no lo es. Dios es justo, David no lo es. Dios es luz y nosotros sabemos que David ha tratado de esconderse de la luz.
6 Señor Soberano, Todopoderoso,
que no sean avergonzados por mi culpa
los que en ti esperan;
oh Dios de Israel,
que no sean humillados por mi culpa
los que te buscan.
David está pensando en los demás. Él está en medio del pueblo de Dios. Están cantando juntos. Imaginémonos a este hombre cautivo cantando estos versos sobrios en la presencia de sus hermanos, cantando juntos a Dios. Él le pide sobriamente al Señor que salva que no permita que otros, que sus hermanos, sean avergonzados, sean humillados por su culpa.
Obtenemos un mayor grado de claridad acerca de nuestra unión con Cristo en la oscuridad del cautiverio: La misericordia de Dios se vuelve más dulce, Su gracia sin límites, el sacrificio de Cristo más tangible, nuestra debilidad y nuestra inhabilidad de salvarnos se vuelve algo que podemos empezar a comprender. Es la debilidad que produce este tipo de sobriedad.
III. RECONOCIMIENTO DE MI INCAPACIDAD DE SALVARME (13-18)
David ora:
13 Pero yo, Señor, te imploro
en el tiempo de tu buena voluntad.
Al reconocer sobriamente su situación y al reconocer sobriamente quién es Dios, ¿qué hace David? Él ora al Dios soberano. La certeza que tiene que Dios escucha a los necesitados le permite a David orar al Señor y esperar el tiempo de la buena voluntad de Dios.
Por tu gran amor, oh Dios, respóndeme;
por tu fidelidad, sálvame.
David reconoce sobriamente la generosidad y el amor de Dios y esto resulta en confianza en la oración. Yo sé que no me puedo salvar, sálvame Señor. Eres fiel hasta cuando no lo soy. Sálvame, Dios, porque eres bueno y más grande que lo que mis circunstancias han distorsionado. Sálvame, Señor
14 Sácame del fango;
no permitas que me hunda.
Líbrame de los que me odian,
y de las aguas profundas.
15 No dejes que me arrastre la corriente;
no permitas que me trague el abismo,
ni que el foso cierre sus fauces sobre mí.
Anteriormente David estaba narrando sus circunstancias. Ahora lo vuelve oración. Él no se queda estancado en una simple descripción de lo mal que le está yendo. Y es obvio que la cosa está fea, bien, bien fea. Él no se queda atrapado en la prisión – Él ora. Sácame, líbrame, no me dejes… Él sabe que Dios puede actuar decisivamente y cambiar con Su poder. Por tanto Él ora: “Líbrame!”
16 Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor;
por tu gran compasión, vuélvete a mí.
17 No escondas tu rostro de este siervo tuyo;
respóndeme pronto, que estoy angustiado.
En este lamento, David pide a Dios que le dé más de Dios, de su presencia, para la corrección de la distorsión, de la mentira que Dios no es bueno, que no podemos confiar en Él y que Él no desea darnos lo mejor por su gracia. Dios, quiero saber que estás cerca. Quiero saber que estás aquí.
18 Ven a mi lado, y rescátame;
redímeme, por causa de mis enemigos.
IV. RECONOCIMIENTO DE LA TRAMPA DEL PECADO (22-28)
Ahora la cosa se pone peor.
22 Que se conviertan en trampa sus banquetes,
y su prosperidad en lazo.
23 Que se les nublen los ojos, para que no vean;
y que sus fuerzas flaqueen para siempre.
24 Descarga tu furia sobre ellos;
que tu ardiente ira los alcance.
25 Quédense desiertos sus campamentos,
y deshabitadas sus tiendas de campaña.
26 Pues al que has afligido lo persiguen,
y se burlan del dolor del que has herido.
27 Añade a sus pecados más pecados;
no los hagas partícipes de tu salvación.
28 Que sean borrados del libro de la vida;
que no queden inscritos con los justos.
Y ahora, ¿eso con qué se come? ¿qué hago con estos versículos?
Tenemos otra oración en esta canción, en este salmo. Pero esta oración es muy oscura. ¿Está el prisionero pidiendo a Dios que ponga en prisión a su perseguidor?
Sí.
Está orando para que sus banquetes y su prosperidad se vuelvan una prisión, una trampa para ellos mismos.
Está orando para que sus ojos sean enceguecidos, que tiemblen, para que la ira de Dios y su indignación caigan sobre ellos. Ora para que haya desolación en sus vidas. Ellos fueron los perseguidores de David, los que le trajeron dolor. Él está orando que Dios no los salve, que los separe de los justos.
¿No huele esto a lo peor de la venganza?
¿No es esto completamente opuesto al evangelio?
Es una maldición. Esto es una maldición.
Cuando encontramos secciones de los salmos como esta, cuando encontramos oraciones como esta, a veces tenemos la tentación de buscar maneras de bajar el tono del texto, de inventarnos explicaciones que nos parezcan razonables. Tenemos una fascinación que nos lleva a saltarnos secciones de la Biblia como esta, secciones que no encajan fácilmente con lo que queremos que diga la Biblia.
Pero, recordemos que el prisionero, que el cautivo, está sufriendo dolor real, soledad verdadera, separación muy dura. Él sabe que no tiene nada, que no tiene a nadie excepto a Dios y que solamente Dios puede salvarlo de estas circunstancias que parecen imposibles de resolver.
Los horrores que son perpetrados en contra del salmista gritan, claman por justicia. Pero la venganza no es mía, no es del salmista, es del Señor. Él pagará (Heb 10:30). Pero, ¿no somos llamados a amar al prójimo? ¿Cómo puedo orar esto por otra persona?
Tenemos que comprender que la vida es binaria – que sólo existen dos caminos: o somos salvos por Cristo o estamos perdidos por toda la eternidad. No hay más. Necesitamos a Cristo.
Cuando el salmista ora estas palabras, y mucho más aún, cuando Jesús oró estas palabras, y el Padre escucha esa oración, ¿qué significa eso? ¿cuál es el resultado de estas oraciones?
El pecado es horrible. Por eso es que esto suena horrible. La maldición es terrible. Y real. Por eso suena feo.
Y las buenas noticias del evangelio es que este pecado horrible, feo y terrible, puede ser clavado a la cruz ya que Jesús se volvió esta maldición para que tengamos vida y vida en abundancia, vida eterna. Cuando oramos esto estamos pidiendo a Dios que tome el pecado seriamente, como nuestro Santo Juez e intervenga. Y como solamente hay dos posibilidades, este pecado en todo su horror y maldición, (1) será clavado a la cruz de Jesús, una vez para siempre, o (2) continuará llevando a la persona por un camino doloroso y tormentoso hacia la condenación eterna del infierno.
¿Quiere ser prisionero por la eternidad? ¿Ver su vida convertirse en esta maldición? ¿Ver que la trampa se vuelve una horrible realidad? O ¿quiere tener vida eterna con Cristo? ¿Ver su vida ser redimida y cambiada? ¿Ver victoria sobre la trampa?
Los cristianos fuimos liberados de la prisión y podemos ver con sobriedad quién es el Dios que nos salvó y podemos orar por quienes aún son cautivos al pecado.
O puede que usted aún se encuentre en la prisiٴón en este momento. La invitación es extendida a usted en este salmo para que confiese su pecado y lo clave en la cruz gracias a la obra de redención del Señor Jesús y que pueda recibir vida eterna. Porque Él es el Señor que oye al necesitado y no desdeña a los cautivos. Dios puede salvarlo y lo salvará. El no encuentra placer en la perdición de los cautivos, pero envió a su Hijo Jesús para que muera por los cautivos para que encuentren libertad y reconciliación. Él hace que los rebeldes sean adoptados como Hijos de Dios.
El pecado es una trampa – debemos reconocerlo – y escuchar el llamado. Si estamos pecando, debemos arrepentirnos y confiar en Cristo.
V. RECONOCIMIENTO DE LA PROTECCIÓN DE LA SALVACIÓN (29-36)
29 Y a mí, que estoy pobre y adolorido,
que me proteja, oh Dios, tu salvación.
30 Con cánticos alabaré el nombre de Dios;
con acción de gracias lo exaltaré.
31 Esa ofrenda agradará más al Señor
que la de un toro o un novillo
con sus cuernos y pezuñas.
32 Los pobres verán esto y se alegrarán;
¡reanímense ustedes, los que buscan a Dios!
33 Porque el Señor oye a los necesitados,
y no desdeña a su pueblo cautivo.
34 Que lo alaben los cielos y la tierra,
los mares y todo lo que se mueve en ellos,
35 porque Dios salvará a Sión
y reconstruirá las ciudades de Judá.
Allí se establecerá el pueblo
y tomará posesión de la tierra.
36 La heredarán los hijos de sus siervos;
la habitarán los que aman al Señor.
El que fue cautivo recibe la tierra.
El cautivo, afligido y adolorido, pide a Dios que lo salve, que la salvación de Dios lo proteja.
Y la gratitud será el grito de su corazón, un sacrificio aceptable.
Dios nos conoce – conoce nuestra debilidad y nos da aliento en este salmo – los pobres verán esto y se alegrarán.
Él avivará, reanimará los corazones de los que lo buscan. Él ha dado al creyente un nuevo corazón. Si no conoce al Señor todavía, Él le puede dar la protección de la salvación—un nuevo corazón. Él dará libertad de la prisión en la que se encuentra y lo protegerá. No es una falsa promesa de prosperidad inmediata, de salud y riquezas si cree en Jesús. Es la buena voluntad del padre darles, darnos el Reino (Lucas 12:32).
Entonces terminamos con la seguridad de la presencia de Dios –Los que aman al Señor vivirán con Él por la eternidad. Eso es lo que se ganó en la cruz y la resurrección de Jesús – libertad en la presencia de Dios por la eternidad. Libres del cautiverio. Libres de las cadenas. Alejados del pecado por la eternidad. Libres incluso hoy. Libres para ser cambiados día a día más y más a semejanza de Jesús.
CONCLUSIÓN
Somos un pueblo miedoso, un pueblo temeroso, un pueblo necesitado. Le tenemos miedo al futuro, a las dificultades, al prójimo, al éxito, al presente, al pasado, a la felicidad, a la enfermedad, a la salud. Parte de ello es por qué hay tantos santos en la iglesia popular de nuestro medio—un santo para cada temor. Parte de ello es por qué muchos buscan refugio constante en el alcohol, las drogas, las compras, el trabajo, los viajes, muchas cosas.
Le pregunto a usted, ¿quiere ser libre? Verdaderamente libre?
¿O quiere seguir siendo esclavo de su terno, de su cartera, de su billetera, de su prestigio, de lo que piensan los demás, de su salud, de su enfermedad, de los que hablan mal de usted, de los que quisiera que hablaran bien de usted, de los que la ignoran, de los que lo maltratan, de su trabajo, de tantas cosas que podemos convertir en ídolos?
- Debemos orar. Porque a rienda suelta, nosotros nunca, nunca, nunca desearemos la libertad verdadera. Seguiremos esclavizados al pecado y al temor, ansiedad, y horribles consecuencias que acarrea.
- Debemos invitar a otros a ayudarnos a salir de la prisión. A veces pasamos dándole una manito de pintura al calabozo, comprando un arreglito para poner en la mesa, planchando el uniforme de la cárcel. Miremos a nuestro alrededor—tenemos hermanos y hermanas que nos pueden ayudar a salir del calabozo, que nos pueden ayudar a recordarnos el evangelio, que nos pueden ayudar a proclamar la libertad.
- Debemos ir a buscar a los cautivos para liberarlos. Tanto que nos han enseñado de los héroes del pasado – de Bolívar, de Sucre, de los héroes que derramaron su sangre por liberarnos en los tiempos coloniales. Juan León Mera estaba tan pero tan preocupado que seamos olvidadizos y que regresemos al yugo que escribió unas estrofas fuertísimas en nuestro himno. Por ejemplo,
“Y si nuevas cadenas prepara
la injusticia de bárbara suerte,
gran Pichincha! prevén tú la muerte
de la Patria y sus hijos al fin;
Hunde al punto en tus hondas entrañas
cuanto existe en tu tierra el tirano
huelle solo cenizas y en vano
busque rastro de ser junto a ti.”
Si nuestra independencia nacional genera semejante emoción, qué más deberemos decir de nuestra libertad en Cristo – ganada por Cristo – una vez para siempre?
“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmesy no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud” (Gál 5:1).
Cuando Jesús fue a aquella sinagoga en Nazaret, le dieron el libro del profeta Isaías. Él leyó:
Lucas 4:18 «El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido
para anunciar buenas nuevas a los pobres.
Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos
y dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos,
19 a pregonar el año del favor del Señor».[e]
20 Luego enrolló el libro, se lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga lo miraban detenidamente, 21 y él comenzó a hablarles: «Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes».
Seamos verdaderamente libres. Hay manera de ser libres. De ser verdaderamente felices. Jesús.
(Adaptado del manuscrito de la predicación del domingo 8 de abril de 2018 en la iglesia cristiana Semilla de Mostaza de la ciudad de Loja)