¿Y en polvo te convertirás?

Víctor Chininín Buele

El día miércoles veía yo al Secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, en una entrevista en la televisión mostrando como católico romano la cruz en su frente, señal recibida el miércoles de ceniza. Y recordaba aquellos momentos de mi niñez en los que recibía tal señal en mi propia frente. Recuerdo las palabras del sacerdote siempre haciéndome sentir insignificante y pequeño. Yo recuerdo que en mi adolescencia yo ya deseaba evitar estos encuentros con el sacerdote cada cuaresma. No me gustaba. Cada vez que iba ahí al altar me decía: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”.

Yo era joven, quería ser rico y salir de mi tierra a ser alguien grande. El último mensaje que yo quería recibir era que todo lo que iba a hacer no importaría porque me convertiría igual en polvo.

Mensajes así llenan la vida de la religión tradicional, rituales casi sin sentido para la persona que participa pero momentos y eventos culturales que se vuelven parte de la vida de uno y que lo marcan. Escuchar estas palabras anualmente marca a la persona, quiera o no que lo marquen.

En aquellos años de juventud rebelde, lo último que yo quería era pensar en que me podía morir. Y así somos los seres humanos. Le tememos a la muerte. Pero Jesucristo vino al mundo a salvarnos del pecado. El autor de la carta a los hebreos nos recuerda que parte de esta salvación es liberarnos del temor a la muerte y por medio de esta liberación, erradicar en nosotros estas adicciones de por vida que nos creamos por querer tapar el temor a la muerte: “Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, también Jesús participó de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida“. El temor a la muerte esclaviza porque pasaremos toda la vida tratando de evitar lo inevitable o tratando de escondernos de lo inevitable y eso nos genera una vasta gama de emociones que sin Jesucristo vamos a tratar de manejar o tapar o esconder o medicar de muchas maneras.

Entonces, esta frase confronta a la persona con la realidad de que la muerte le espera.

Pero, y aquí viene lo que espero que sea una contribución a este tema, la frase que viene supuestamente de Génesis 3:19 no dice lo que nos dice el sacerdote que dice. Y en esto, a mí me parece que se pierde el evangelio, por eso es que esto se queda como un simple ritual, porque nunca nos quita la vista de la muerte y nos muestra al Salvador, al Redentor, a quien ya resucitó.

Me explico. El texto en hebreo dice: וְאֶל־עָפָ֖ר תָּשֽׁוּב que yo traduciría como “y al polvo regresarás“. Mi punto es que hay una diferencia muy grande entre “te convertirás” y “regresarás” y en esta diferencia perdemos el evangelio. ¿Por qué digo esto? Porque en Génesis 3:19 estamos en el contexto de enfrentar las consecuencias muy reales del pecado que se cometió en este capítulo, la entrada del pecado al mundo. Dios recuerda al hombre que vino del polvo (כִּ֥י מִמֶּ֖נָּה לֻקָּ֑חְתָּ), que es polvo (כִּֽי־עָפָ֣ר אַ֔תָּה) y que al polvo regresará.

La primera definición de la palabra convertir según la RAE es “Hacer que alguien o algo se transforme en algo distinto de lo que era”. Y el segundo ejemplo que da es: “La piedra se ha convertido en polvo”. Es decir, es algo que cambia de naturaleza. Se vuelve algo que no era. Y en este caso, esto es contrario a lo que se trata de comunicar, el texto dice que el hombre siempre ha sido polvo, que Dios le ha dado la vida, el soplo de la vida.

En hebreo no existe la palabra arrepentimiento. En los textos en los que usted ve la palabra arrepentirse en el Antiguo Testamento en español se usa la misma palabra que en Génesis 3:19, shub. Por ejemplo, en Ezekiel 14:6 leemos: «Por tanto, dile a la casa de Israel: “Así dice el Señor Dios: ‘Arrepiéntanse y apártense de sus ídolos, y de todas sus abominaciones aparten sus rostros'”». En hebreo esto también usa la palabra que vemos en Génesis 3:19 (שׁ֣וּבוּ וְהָשִׁ֔יבוּ). Por tanto, literalmente, el Señor Dios dice, Regresen y regresen de sus ídolos…

Esta palabra shub significa regresar, dar la vuelta. Puede ser que remotamente el segundo significado de la palabra convertir según la RAE en algo apunte a esto: “Ganar a alguien para que profese una religión o la practique”. Pero como el evangelio no está tratando de ganar a alguien a una religión, es mejor pensar de manera hebrea y usar la palabra regresar.

La mente hebrea, pues, no tiene este concepto de arrepentirse. Tiene el concepto de regresar. Esto significa que en nuestro andar, o andamos hacia Dios o andamos hacia el pecado. Y andar hacia el pecado requiere que en algún momento regresemos a Dios, nos demos la vuelta, cambiemos de dirección. Escucho de vez en cuando a algún genio por ahí que dice que quiere dar un giro de 360 grados a algo y me río, porque un giro de 360 grados nos deja exactamente donde empezamos. Un giro de 180 grados nos cambia completamente la dirección, eso es shub.

Entonces, si queremos recordar Génesis 3:19 al iniciar la cuaresma, es importante ver que la consecuencia natural del pecado es que regresemos al polvo, pero la promesa del evangelio es que si confesamos con nuestra boca que el Señor Jesús Mesías es nuestro Señor, Salvador y Redentor ya no regresaremos al polvo para siempre sino que regresaremos a Él, a nuestro Señor, Salvador y Redentor por siempre.

La cruz está vacía. Jesucristo ya resucitó. Hay vida después de la muerte. Hay esperanza certera para quien ha confesado con su boca que Jesucristo es el Señor. Pero esto requiere que regresemos. No hay atajo. Debemos dar la vuelta completa y abandonar nuestro pecado, nuestros ídolos, nuestra esclavitud al temor a la muerte que nos esclaviza a otras cosas. Es por eso que el Señor Jesús enseñó en Juan 14:6: “«Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí”. No hay otro camino.

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