El Grinch de los villancicos tradicionales

Víctor Chininín Buele

El otro día, durante la iluminación del árbol de Navidad del Banco de Loja, no solo me encontré con alguien disfrazado de Grinch y auspiciado por el banco, sino que yo me había puesto mi camiseta del Grinch que tiene estampado en ella las palabras Merry Grinchmas. Y poniéndome a pensar como a veces suelo hacer, me dije, creo que soy el Grinch de los villancicos tradicionales. Y escuchando a varios hermanos en la fe cantando con mucho entusiasmo los villancicos tradicionales esta Navidad, pensé que era importante explicarme y pues, obviamente, evitar caer en el tan temido fariseismo o legalismo, pero sin perder la esencia de mi postura. Y resaltando que estoy convencido de que mi postura debe ser considerada, aunque sea para ser descartada por mis hermanos y hermanas en la fe.

Soy músico, medio profesional, pianista estudiado en el Conservatorio “Salvador Bustamante Celi”, quien es el autor de la mayoría de los villancicos populares. SBC fue un genio musical y eso es claramente percibido y apreciado al ver que sus melodías trascendieron no solo el tiempo sino las fronteras también. Loja tiene un repertorio musical navideño muy peculiar y eso presenta ciertos desafíos para el cristiano a la hora de la verdad.

Primero, la música es un regalo muy especial de Dios. La música tiene el poder de transportarnos a tiempos felices, de abrirnos el corazón endurecido por el tiempo y el pecado, de hacernos recordar momentos que queremos recordar. Y ciertamente, los villancicos tradicionales tienen ese gran poder de llevarnos a la niñez, de llevarnos a momentos felices, de conectarnos a nuestra tradición y cultura. Y son muy pegajosos y contagiosos. Naturalmente nos llevan a aplaudir, a movernos, a sonreír.

Ahora, la gran pregunta siempre es, como lo es con todo el repertorio musical de la iglesia en este contexto cultural, ¿qué estamos cantando? Antes de que piensen que esto es un ataque a SBC, esto le cae igual a casi todo corito tradicional de trasfondo pentecostal. La música para cantar en nuestro contexto tiende a ser muy repetitiva y lo que repite no siempre es muy ortodoxo que digamos. Pero como algo que se repite se internaliza muy bien, es importante cuestionar no solo el origen de lo que cantamos sino también su contenido. Esta idea posmoderna de que no hay verdad, de que todo es relativo, que solo hay preguntas llegará siempre a su limitación principal: que hay una verdad. Lo que yo canto o es verdad o no lo es.

SBC fue un genio de la contextualización, pero es importante resaltar el impacto en sus villancicos de pensadores como Pío Jaramillo Alvarado y específicamente su obra El indio ecuatoriano. La contextualización es siempre un tema delicado: ¿cómo presentar un mensaje de otro mundo de manera relevante a este mundo en el que nos ha tocado vivir? La contextualización no es solo un hecho de la vida, una necesidad de comunicación social, sino que es también un arma poderosísima por la capacidad que tiene de transformar el mensaje. Muchas veces, incluso, como argumentarían los ecólogos de los medios como Neil Postman, el medio de comunicación del mensaje se puede llegar a convertir en el mensaje.

Y eso es lo que ha ocurrido con los villancicos tradicionales. En tiempos de navidad con minúscula, de navidad laica sin Jesús, de navidad comercial, de navidad meramente emocional, de navidad minimizada a felices fiestas, en muchos, los villancicos son el mensaje y es un mensaje que de la misma manera que las oraciones tradicionales, se han vuelto palabras que repetimos sin pensar mucho en lo que puedan significar, y si lo pensamos, callamos cualquier duda.

Este año no cantamos ninguno de los villancicos tradicionales en la iglesia. Creo que el año pasado tampoco lo hicimos. Se me dificulta mucho justificar la letra en el contexto de un culto. Note la primera persona, estoy hablando de mi propia consciencia, no de un mandato divino. Se me hace bastante difícil alabar a Dios con las letras de los villancicos tradicionales.

¿Cómo así?

Niñito bonito, manojo de flores
Llora pobrecito por los pecadores.

Yo salgo de los villancicos tradicionales con la imagen de un niño impotente. Jesús se encarnó para venir a vivir la vida perfecta que nosotros jamás hemos podido vivir y a recibir, con clavos en sus manos y pies, con espinas en su frente, con latigazos en su cuerpo, con sangre y con sudor en la cruz y la antesala de la cruz, la condena justa por el pecado, no de Él, sino el nuestro. Jesús no vino meramente a llorar pobrecito por los pecadores. Él vino a volverse pecado: “Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él” (2 Cor 5:21 NBLA). Esto es gran motivo de celebración porque eso significa que vino a abrir el camino para que yo pueda ser justo ante Dios. Es decir, que vino a resolver mi mayor problema: mi pecado. Y el pecado resulta en separación con Dios y con el hombre. ¿Significa esto que como cristiano no puedo cantar Ya viene el Niñito? No, claramente no, pero si va a cantarlo, entienda que va a tener que luchar contra la corriente del pensamiento que lo va a llevar a mega-enfocarse en un niñito juguetón y blanco (aunque por ahí parece que le cambiaron la letra a “A los pies del Niño, más lindo que ellas” en lugar de “más blanco que ellas” que es lo que yo recuerdo de mis años escolares) que llora por nuestro pecado. Y ahí se detiene la historia.

Entre paja y el heno
Resplandece su belleza
Con más brillo que los astros
Que en el cielo se pasean

¿Qué queja puedo tener contra un villancico que tiene el coro “Alegría, alegría y placer/Ha nacido ya el niño en el Portal de Belén”? ¿No es un lindo villancico de adoración? Nuevamente la observación es acerca del énfasis. Entiendo que se quiera magnificar la belleza del Niño encarnado. Sin embargo, la Palabra cuenta otra historia. En la profecía de Isaías se describe a Jesús de otra manera: “No tiene aspecto hermoso ni majestad para que lo miremos, ni apariencia para que lo deseemos. Fue despreciado y desechado de los hombres, Varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no lo estimamos” ‭‭(Isaías‬ ‭53‬:‭2‬-‭3‬ ‭NBLA‬‬). Jesús no vino como estrella de cine. En su encarnación, pues, no fue el bebé de las etiquetas de los productos de la marca Gerber. Estoy convencido de que ver la belleza verdadera de Jesús requiere regeneración.

No llores, niñito, no llores, mi Dios
Si te he ofendido, te pido perdón

En lo positivo, el villancico Claveles y Rosas nos lleva a ver al Niño con frío y con sed. Jesús verdaderamente se hizo un Niño humano, no sé si tendría frío (creo que todo niño en su nacimiento siente frío al salir del vientre materno, si me equivoco apreciaría la corrección de los profesionales de la salud), pero ciertamente tenía la capacidad de sentir frío. Y ciertamente sed. Jesús fue hecho humano, como nosotros en toda manera, excepto una: Él jamás pecó: “Por tanto, tenía que ser hecho semejante a Sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo” (Hebreos‬ ‭2‬:‭17‬ ‭NBLA) y “Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado” (Hebreos‬ ‭4‬:‭15‬ ‭NBLA). ‬‬Más allá del punto que como músico jamás le he podido encontrar el compás en el que debo interpretar esta canción, la imagen de un ángel meciendo al Niño mientras duerme en una cuna no tiene conexión con la realidad. Sí, hay relatos angelicales en la narrativa de la historia del nacimiento de Jesús, pero eran de carácter profético y revelatorio, jamás cruzando del cielo a la tierra para mecer una cuna. Debemos tener cuidado de eso por la tendencia que tenemos de ser bastante místicos con el tema de los ángeles y en el proceso causamos una gran confusión acerca de la naturaleza divina y la naturaleza humana de Jesús. Pero mi más grande objeción al villancico son las líneas que he citado. Nuevamente me presentan a un Jesús impotente. Me recuerda a una mamá tratando de engañar a su hijo, como solemos decir en Loja. Ya ya, Niñito, no llores, si te he ofendido, te pido perdón. Es arrepentimiento de boca, fingido, de engaño nomás, para que deje de llorar, no por propia convicción. Sale de una pluma que no solo ve al Niño como limitado sino que ve al hombre como fundamentalmente bueno. Suena como cuando los políticos piden disculpas forzadas y falsas al estilo letras invisibles en la pared de aquella ministra del trabajo del gobierno de Noboa o como aquel precioso acróstico “Niña Vaga” de autoría del alcalde de Guayaquil. Cuando alguien pone una disculpa en modo condicional, con esa dudosa preposición si, no está admitiendo ninguna responsabilidad ni culpabilidad. Solamente quiere evitar los problemas. En este caso, el veredicto es claro. Lea Romanos 3 y lo verá. Necesitamos perdón y salvación.

Pastor, ¿y Dulce Jesús mío?

Conversaba sobre este tema con un hermano y como objeción presentó al villancico Dulce Jesús mío. Y pues, recibí la objeción con toda la seriedad porque concuerdo que es bastante cercano a algo que yo pudiera cantar en un servicio de la iglesia. Pero entonces, ¿por qué sí o por qué no?

Dulce Jesús mío, mi Niño adorado. Por más que yo sepa que culturalmente el diminutivo es muestra de cariño, todos los villancicos que dicen Niñito me son difíciles porque estoy convencido que la cultura en general ve a Jesús como un niñito y no como al Señor Dios Todopoderoso, Creador, Redentor, Salvador y Restaurador de la humanidad. Y tenemos dos imágenes culturales que confirman esta apreciación: primero, un niño rubio y blanco de bata rosada y cinturón celeste, con las manitos levantadas y parado sobre una nube que dice Yo reinaré. Jesús no fue ni rubio ni blanco y aunque no sé si le comprarían una batita rosada, se me hace medio dudoso eso. Pero las palabras que muchas veces hasta le ponen en una banda con letras de escarcha son las que confirman nuestra visión cultural generalizada incorrecta acerca de quién es el Niño. No dice que Jesús ya reina sino que reinará. Y ahí está el detalle. Jesús jamás ha dejado de reinar Su creación como Señor de Señores y Rey de Reyes (1 Timoteo 6:15, Apocalipsis 17:14 y 19:16, Hebreos 13:8). Y la segunda imagen es la del niño en los brazos de la imagen de la Virgen de El Cisne. Obviamente es mucho más pequeño que la imagen de la mamá, con corona y cetro pequeños. Debo admitir que eso sí lo pone como rey en su infancia, pero al mismo tiempo confieso que ante la ornamentación de la corona y vestiduras de la mamá, generalmente se pierde y opaca su presencia. Nuestro niñito cultural, entonces, es más pequeño y menos soberano de lo que es y siempre ha sido. Y también, aunque fue niño durante la primera década de la historia humana (más o menos, digamos entre el año 4 a.C. y el año 14 d.C.), ya no es niño. Como todo niño humano, su niñez tuvo final. No podemos nosotros permitirnos pensar que Jesús hoy es un niño. Lo que sí podemos recordar es que fue un niño. Esta línea del villancico que estamos analizando no lo minimiza, sino que lo llama lo que el texto del Nuevo Testamento lo llama: un Niño (Mateo 1:20; 2:8, 11, 13-14, 20-21). Hasta ahí vamos bien. Con la palabra dulce tengo la misma objeción que presenté sobre Isaías 53. Para que Jesús sea dulce para nosotros, necesitamos haber nacido de nuevo, haber recibido un corazón renovado, creer en Él como nuestro Señor y Salvador. Los contextos en los que lo he escuchado al villancico no son contextos en los que visiblemente Jesús reina en esta tierra. Y lo mismo con la palabra adorado. ¿En verdad cree usted que Jesús es adorado en Loja, tan formalmente proclamada católica? Yo no. En la práctica no lo veo.

Ven a nuestras almas, Niñito, ven, no tardes tanto. Creo que esta es la línea que más dificultad me causa. Cuando usted pasa por una escuelita y escucha al profesor que no cree en Dios y que vive una vida privada tal como la quiere él y no Dios cantando con pandereta y dirigiendo a sus alumnos a cantar esto, yo no lo veo como la confesión de Romanos 10:8-10 que dice, “Pero, ¿qué dice? «Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Esta línea del villancico no es la manera de confesar a Jesús como Señor, especialmente si tenemos en mente todo lo que ya he expresado acerca de Niño vs. Niñito. Y con el uso de “no tardes tanto”, como que nosotros nos enseñoreamos y tenemos un reloj y una agenda que cumplir, no te atrases, Jesucito, apúrate, ven a nuestras almas. Y otra cosa, la salvación no es colectiva, es individual. Cada persona debe clamar a Jesús y confesarlo como su propio Señor. No es ven a nosotros, en primera persona plural, debe ser en primera persona singular. Y finalmente, no sé qué significa que venga a nuestras almas. En la Escritura jamás he visto un pasaje en el que la salvación se describa de esa manera. La promesa del Nuevo Pacto que Jesús inauguró es que: El Espíritu de Dios estará sobre el creyente y la Palabra de Dios no se apartará de su boca (Isaías 59:21), la ley de Dios estará dentro del creyente, escrita sobre su corazón (Jeremías 31:33), Dios dará un corazón nuevo y un espíritu nuevo, reemplazando al corazón duro de piedra que estaba allí antes de la salvación (Ezequiel 36:26). Y en Ezequiel 36 hay un énfasis en la limpieza de toda iniquidad. Es decir, que seremos salvos para ser santos, no algún día que alguien nos canonice después de muertos, sino ahora. Y he ahí la incoherencia de alguien que pueda cantar en el mismo momento: Ven a nuestras almas, Niñito y que en su cabeza esté pensando en unas Club o en un Cantaclaro o en un Johnny Walker Blue mientras canta Pero mira cómo beben los peces en el río, pero mira cómo beben al ver al Dios nacido, beben y beben y vuelven a beber…

Del seno del Padre bajaste humanado. Si asumo una buena teología de la encarnación, es decir, que Jesús jamás fue menos que el Padre o inferior a Él, sí, puedo cantar esto. Pero, no creo que podamos asumir una teología robusta de la encarnación en nuestro medio.

Deja ya el materno, Niñito, para que te veamos. Lo mismo que indicaba acerca de nuestro tiempo y agenda por encima del tiempo soberano de Dios, pero también hay un detalle medio técnico bien importante. En Juan 20, cambian las cosas, el Jesús encarnado y glorificado después de Su resurrección ayuda a Tomás a creer: “Luego dijo a Tomás: «Acerca aquí tu dedo, y mira Mis manos; extiende aquí tu mano y métela en Mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». «¡Señor mío y Dios mío!», le dijo Tomás. Jesús le dijo*: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron»”. Nosotros estamos en esta parte de la historia, de ser dichosos creyendo sin haber visto. Claramente, la evidencia histórica afirma la historicidad (valga la redundancia) de la presencia, vida, muerte y resurrección de Jesús en la tierra, pero a final de cuentas es por fe. Sin fe no podemos tener salvación. Esta línea pudiera llegar a minimizar esta realidad.

Y puedo decir lo mismo de De montes y valles, ven, oh, Deseado. Para desear al Jesús de Isaías 53, Dios nos tiene que dar el nuevo corazón prometido en el Nuevo Pacto. Y de Rompe ya los cielos, Niñito, brota flor del campo, lo mismo sobre nuestro lugar como soberanos por encima de Dios.

Muy largo, no quiero leer

Sé que he escrito mucho, entonces el resumen sería algo así: No puedo en mi consciencia cantar los villancicos tradicionales en el servicio de adoración pública de Dios porque considero que presentan a un Jesús demasiado contextualizado, a veces empequeñecido y menos soberano de lo que es; porque distorsionan los conceptos de la salvación y la fe; porque no consideran el testimonio completo de quien fue Jesús en la tierra; y porque son más culturales que bíblicos.

¿Y ahora qué hago?

Claramente la solución no es copiar los villancicos de la iglesia en la que el doctor Miguel Núñez es uno de los pastores, allá en Santo Domingo, o imitar sus traducciones del inglés al español de algunas canciones al pie de la letra. No se sienten bien, no encajan con nuestro contexto. Nos falta componer villancicos. Y para eso necesitamos años, muchos errores, mucha humildad y mucha entrega. Que el Señor llame a muchos músicos cristianos en la Cuna de Artistas para ir más allá de Salvador Bustamante Celi y crear villancicos de redención, salvación y alabanza sin trabas a Jesús, el Salvador y Luz del Mundo.