Víctor Chininín Buele
Franco Quezada llegó a la alcaldía de Loja con una mezcla muy peculiar de decir ser del pueblo y de tener mucha ilusión. Siendo alguien que ha tratado de obedecer al llamado de Dios a orar por el señor alcalde y al haberlo hecho en varias ocasiones desde el púlpito que Dios me ha encomendado, me pareció hoy pertinente hacer unas breves observaciones acerca de lo que ocurrió el día de hoy.
Digo que somos nuestros peores enemigos porque actuamos y no necesariamente pensamos. Nos enfrascamos en ciertas ideas y las perseguimos con furia sin estar preparados para el destino al que nos llevan. Nos enemistamos y nos peleamos. Nos resentimos y dejamos que este cóctel mortal de emociones nos gobiernen.
Esta mañana la mayoría de los señores concejales del cantón dieron rienda suelta a sus emociones y a sus propios intereses obviamente diciendo representar y estar en sintonía con Loja. Y tal fue la intensidad del show político que me dejaron con dudas acerca de que si el Tribunal Contencioso Electoral va a declarar improcedentes a sus acciones para remover al señor alcalde de sus funciones.
En lugar de enfocarse en las causales presentadas y votar a favor o en contra de la remoción basados en la evidencia presentada, dieron rienda suelta a sus instintos políticos. Quisieron humillar a Franco Quezada y como niños malcriados en el patio escolar quisieron dejarlo hecho leña en el suelo y levantarse del polvo, victoriosos, los héroes de Loja.
No me pareció justo dejar que palabras salgan sin pensar en sus consecuencias. ¿Realmente es Franco Quezada el peor alcalde que ha tenido Loja? Estas hipérboles no son útiles sino solo para tratar de avergonzar a alguien y hacerlo sentir mal.
La realidad es que el licenciado Quezada no ha mostrado ser un buen administrador. Pero el pueblo lo eligió sabiendo eso perfectamente bien. Estaban hartos de lo que decían estar hartos en aquel momento. Y me parece algo cobarde ahora echarle la culpa a este hombre por lo que el pueblo dijo querer en las urnas.
Es verdad también que el alcalde ha estado en modo crisis. Ha enfrentado a monstruos y ha perdido muchas batallas con ellos. Se le han ido puentes y asesores. No parece ser el hombre más humilde y su imagen de sencillez y humildad parece contrastar con un rechazo a consejos que le permitan hacer su trabajo de mejor manera.
Parece que pensaba que era un problema de imagen y buscó resolverlo de la manera que un influencer lo quisiera hacer, con videos impactantes, música épica, publicaciones que buscan tocar el corazón. Pero el problema es realmente serio. Todo administrador debe entender sus limitaciones y buscar con cabeza fría y dedicación inagotable la solución a las mismas. Le falta mejorar en eso.
Pero en vez de desearle que lo boten, mi corazón se parte cada vez que veo a este hombre sufrir. Se siente incomprendido. Ha llevado obras a lugares que han esperado mucho tiempo, pero en la ciudad eso no se ve. Incumple, falla, promete, baila, se ríe, abraza al pueblo, está muy feliz en los actos públicos, siempre con su mano en el corazón cantando el himno, tratando de ser un orador público y del pueblo. Realmente se identifica como el alcalde del pueblo.
Pero se encuentra en una situación muy seria y en la que creo que muchos se encuentran. Es hora de enfrentar la realidad del fruto de lo que se ha hecho y no se ha hecho. Independientemente del éxito o fracaso de la votación de los concejales de hoy para removerlo del cargo, lo que Franco Quezada necesita hoy y lo que todos los lojanos necesitamos es a Jesucristo. El pueblo que lo eligió ahora lo juzga porque gobierna como pobre, porque maneja la ciudad como pobre, porque usa el dinero como pobre.
Y ellos mismos se gastan sus 20 dólares que se ganaron con el sudor de su trabajo en Cantaclaro y Pilsener y en salchipapas y otros caprichitos antes de que caigan los innumerables bancos y amigos y comercios a quienes deben mucho dinero.
Sí, ser alcalde requiere todo lo que hace bien el licenciado Quezada pero mucho más. Y el momento en el que se debe reconocer la insuficiencia de uno es el momento en el que uno reconoce que en la debilidad de uno, solo hay Uno que la puede cubrir. Franco Quezada siempre habla de Dios y que es Su voluntad que él esté a cargo de la ciudad. Pero Franco Quezada necesita conocer al Dios verdadero, al Jesús que verdaderamente es humilde y no rechaza consejos sabios, que no busca justificarse a sí mismo ni tratar de dar excusas por sus fracasos.
El principio de la libertad es reconocer la verdad. Y cuando reconocemos la verdad acerca de nosotros, y Dios obra en nosotros, nos vamos a arrepentir y arrepentirse requiere cambiar.
No solo Franco Quezada necesita reconocer la realidad sino todos los concejales también y todos los lojanos. Todos tenemos parte, culpa y responsabilidad de lo que está pasando. El alcalde no puede ser nuestro chivo expiatorio.
Pregunta básica: ¿cuánto ha orado usted por Franco Quezada?